
Los Tratados de Córdoba.
Los Tratados de Córdoba
Versión de Adriana Balmori Aguirre
1ª parte. Antecedentes
Hecho capital en la Independencia de la Nueva España fue sin duda la firma de los Tratados de Córdoba, en éste, su Bicentenario y un año más, quiero resaltar algunos curiosos y otros importantes datos relacionados con este histórico hecho. En 1810 el grupo de los diputados americanos en las Cortes de Cádiz, de quienes era líder por sus vastos conocimientos tanto políticos como teologales y jurídicos don Miguel Ramos Arizpe, diputado por su natal Coahuila, y con él también el historiador Lucas Alamán, el teólogo Fray Servando Teresa de Mier, representando a Veracruz, don Joaquín Maniau y a Guanajuato Octaviano Obregón y Gómez -quien por ese viaje habría de disolver su compromiso con Leona Vicario-, hacían sentir su presencia y las necesidades de la Nueva España. La mayoría, ya navegaba con ideas liberales e independentistas, ideas con las que se promulgó el 19 de marzo en Cádiz, Andalucía, la Constitución de 1812, llamada “la Pepa”, ora por ser éste el día de San José, pero también había quien lo atribuía a ser una burla de José Bonaparte, a quien su hermano Napoleón había dejado el trono de España después de invadirla, y era apodado Pepe Botella, sin duda alguna por su afición a las bebidas embriagantes y a su permanente estado etílico. Al regresar al trono Fernando VII en 1814, su gobierno absolutista disuelve las Cortes y desconoce la Constitución de Cádiz; encarcela todos los que en ella habían intervenido y además también a aquellos que hubieren actuado en su contra, entre los que se hallaba otro militar liberal, Juan O’Donojú y O’Ryan, quien sufre por órdenes directas del rey el castigo de los “perrillos” que mucho le agradaba infligir a este turbio personaje, y consistía en quebrar uno por uno, todos los dedos de cada mano, además de arrancarle las uñas por lo que O’Donojú quedó deforme y tullido después del atroz tormento.
Más adelante y muy a pesar der rey, se reúnen nuevamente las Cortes y desde ahí resurgen las ideas emancipadoras, sobre todo teniendo conocimiento de la situación en la Nueva España y el disgusto de los criollos por la aplicación de las nuevas imposiciones.
Sabiendo de las ideas liberales de don Juan, los diputados presionaron a Fernando VII para que le diera el gran encargo ya no de virrey, título que había sido eliminado en la nueva constitución, sino como Capitán General y Jefe Político de la Nueva España.
El 30 de julio de 1821, procedente de Cádiz, a bordo de la fragata Asia, Juan de O’ Donojú llega al puerto de Veracruz, ese día, como mal fario y negro presagio tiembla la tierra, y se suma para él toda una cadena de desgracias; mueren casi enseguida de vómito negro, dos sobrinos carnales que le acompañaban, 7 de sus oficiales y 100 soldados de la tropa. Juan José Rafael Teodomiro O´Donojú y O´Ryan, había nacido en Sevilla España, el 30 de julio de 1762, de origen irlandés por los 4 costados. Buen estudiante que desde muy joven mostró aptitudes militares, ingresó al ejército español a los 20 años, donde desarrolló una carrera brillante. Se casa con Josefa Sánchez Barriga-Blanco, proveniente de una acaudalada familia de comerciantes sevillanos dueños de múltiples negocios y tratos aduaneros tanto en la península como en tierras americanas.
Cuando apenas desembarca es informado de que el Ejército Trigarante había ocupado ya toda la nación y muchos jefes realistas y sus tropas se habían pasado al bando insurgente, sólo quedaban México la capital, Durango, la lejanísima Chihuahua, Acapulco, Veracruz puerto y la Fortaleza de San Carlos en Perote como reductos realistas.
Nunca pudo el desdichado de O’Donojú imaginar más deplorables condiciones, de las que nadie hubiera podido salir airoso. Viendo el caos de la causa realista y casi perdida ésta, decide entonces pactar con Iturbide y firmar la Independencia de la Nueva España. Dado que en la capital el general Novella encargado del gobierno, era jefe de facto, sin nombramiento oficial, ya que arteramente había quitado el mando al Virrey Apodaca, O’Donojú presta el juramento de ley en el mismo puerto ante el comandante de éste, el Gral. José Ma. Dávila, recalcitrante realista, asumiendo por ello y en ese momento, todas las atribuciones que este cargo le confería.
Decide ponerse en contacto con Iturbide, a saber, el jefe de los Trigarantes por lo que le envía dos misivas, una con tono y forma oficial y otra personal en la que le pide una reunión para hablar de la situación de la Nueva España rogándole sea en algún lugar más salubre y con mejores condiciones climáticas. Iturbide propone la Villa de Córdoba y ahí se hace la cita. La fecha se fija para la mañana del 24 de agosto.
A Iturbide las cosas le iban saliendo bien, después del supuesto abrazo de Acatempan y la elaboración y proclamación, el 24 de febrero de ese mismo año, del Plan de Iguala lo que había significado la reunión de los ejércitos insurgente y realista en uno solo, el Ejército Trigarante o de las Tres Garantías -Religión, Unión e Independencia-, las cartas de O´Donojú, redondeaban sus planes. Estaba por cumplir 38 años, había nacido el 27 de septiembre de 1783, en Valladolid, hoy Morelia. Se alistó en calidad de alférez honorario al regimiento provincial de Valladolid. Es descrito como de elegante porte y elevada estatura, gallardo y gentil con las damas, tenía fama de ser el mejor jinete en el mejor caballo, buen charro y rejoneador, burlaba a los toros en las plazas o bailaba ligero, siempre de impecable uniforme, era un agasajo para las jóvenes damas y las no tan jóvenes. Se casó con Ana Ma. Huarte, quien aportó riquísima dote al matrimonio y a la que dejaba sola por largos períodos por sus encomiendas militares, pero eso sí, cada vez que regresaba, le dejaba un fruto de su amor, diez hijos tuvieron. Sagaz e inteligente, por la rama materna era Villaseñor, y pariente del cura Hidalgo quien le propuso unirse a la lucha armada, lo que declinó, según diría más tarde “porque aquella revolución estaba mal concebida, y no podía producir más que desorden sangre y destrucción”, razón tenía. Siguió luchando en las filas realistas donde se distinguió por sus triunfos en las batallas, hasta que su genio militar y su ambición política le hicieron ver que las circunstancias eran las propicias y él podría ser el artífice de la Independencia.
Muy bien aconsejado, elabora su Plan de Independencia de la América Septentrional con el cual, seduce a Vicente Guerrero, en quien, sin lugar a dudas mucho debió pesar en su ánimo oír hablar de “igualdad”.
Con este panorama, el 23 de agosto llega O’Donojú a Córdoba escoltado por Antonio López de Santa Anna, donde es muy bien recibido y distinguido; por la tarde, procedente de Puebla, llega Iturbide que es vivamente aclamado y festejado, llevado en su coche ya sin tiro, jalado por un pueblo deseoso de conocer al creador y jefe del Ejército Trigarante; él, de manera galante y cortés esa misma tarde presenta sus respetos a la Sra. de O’Donojú, Josefa Sánchez Barriga antes que a su marido, lo que entibia un poco el ánimo de la pobre mujer que había viajado en compañía de sus sobrinos, Ángel Orián y Vicenta Payno -ya que sus dos hijos habían muerto prematuramente- y ahora lamentaba la muerte de los propios sobrinos. Esa noche tiene un breve encuentro con O’Donojú.
Continuará…
2ª parte. (Clic para leer)
Iturbide y O’Donojú se reúnen el día 24 de agosto, y ya sabemos que antes de firmar el Tratado oyen Misa cada uno en el oratorio de la casa donde se alojaban, O´Donojú en la Casa del conde de Zevallos e Iturbide en la casa de la familia Segura, -después conocida como La Favorita, actualmente Portal de la Gloria-, pero no sólo para que las cosas salgan bien, sino porque el 24 de agosto es el día de San Bartolomé- el apóstol que murió desollado- y como todas las celebraciones de los apóstoles en ese entonces, era fiesta de guardar y obligaba oír Misa. A continuación, se reúnen en la casa de Zevallos donde Iturbide le presenta el Plan de Iguala. Después de breves aclaraciones y propuestas, sin más preámbulo, dictan el documento basado en el Plan de Iguala, que sin embargo no era una copia de éste. En el de Córdoba no se hablaba de religión, sí de indultos, de libre regreso de tropas del rey y la anuencia a todos los peninsulares inconformes de regresar a España con sus caudales, se hablaba de concordia y buena voluntad, sin represalias para nadie.
En el archivo Municipal de Córdoba existe un documento extraído de las memorias del historiador y arqueólogo cordobés, Ramón Mena Isassi, en las que reproduce el relato que en su tiempo le hizo su abuelo José Ma. Mena Blanco, quien fuera notario y escribano del Ayuntamiento en este decisivo año de 1821, y por ello un posible testigo presencial de tan singular hecho, que entre otras descripciones dice: “…Iturbide… a grandes zancadas cruzó la Plaza de Armas y se presentó al zahuan de los Cevallos en donde dos ujieres lo introdujeron a la escalera, misma actual, paso cabe las rejas de madera de tampiciran, también actuales,… y por la puerta izquierda central entró al salón estrecho y largo situado entre el corredor mencionado y el de vista a la calle, de arquería y barandales de hierro majado por herreros cordobeses, …ante la mesa, dos sillones abaciales de caoba con espaldares de damasco de seda y en la testera la silla para el secretario de O’Donojú. O’Donojú está sentado y tiene en la mano el bastón de mando, viste casaca azul de peto rojo bordado con laureles de oro y botones del mismo metal; por la puerta lateral entra Iturbide de casaquín militar rojo de cuello alto, bordado de laureles en sesgo y botones de oro, avanza desprendiéndose el sable suriano del tahalí acharolado, para evitar el golpe en los acicates de oro de la bota acharolada en contraste con el pantalón de ante blanco. Hace una reverencia a O’Donojú que lo sienta a su derecha … Entre tanto el secretario, hábil pendolista …principia a escribir al dictado, ora de O’Donojú, ora de Iturbide, desde el artículo primero en el que se declaraba la Independencia,… hasta el décimo séptimo que dicta de O’Donojú ofreciendo emplear su autoridad para que las fuerzas españolas verifiquen su salida sin efusión de sangre y por una capitulación honrosa, y el secretario, espolvoreando con marmaja la bella caligrafía que en los gruesos perfiles de la palabra Independencia daba reflejos de preciada joya…”
Este documento que sería conocido como “Tratados de Córdoba”, firmado por los dos dice entre otras cosas:
Tratados celebrados en la Villa de Córdoba el 24 del presente entre los Señores D. Juan O’Donojú, Teniente general de los Ejércitos de España, y D. Agustín de Iturbide, primer Jefe del Ejército Imperial Mejicano de las tres Garantías… el Teniente general D. Juan O’Donojú con el carácter y representación de Capitán General, y Jefe superior político de este reino, nombrado por su M.C. quien deseoso de evitar los males que afligen a los pueblos en alteraciones de esta clase, y tratando de conciliar, los intereses de ambas Españas, invitó a una entrevista al primer Jefe del Ejército Imperial D. Agustín de Iturbide, en la que se discutiese el gran negocio de la independencia, desatando sin romper los vínculos que unieron a los dos continentes… (Nótese aquí, que es O’Donojú, quien menciona en su petición, desatar los vínculos sin romperlos y no Iturbide como se le atribuye).
…Verificóse la entrevista en la villa de Córdoba el 24 de Agosto de 1821, y con la representación de su carácter el primero, y la del Imperio mexicano el segundo, después de haber conferenciado detenidamente sobre lo que más convenía a una y otra nación, atendido el estado actual y las últimas ocurrencias, convinieron en los artículos siguientes, que firmaron por duplicado para darles toda la consolidación de que son capaces esta clase de documentos, conservando un original cada uno en su poder para mayor seguridad y validación:
- América se reconocerá por Nación soberana e independiente, y se llama en lo sucesivo Imperio Mexicano.
- El gobierno del Imperio será monárquico constitucional moderado.
- Será llamado a reinar en el Imperio Mexicano (previo el juramento que designa el artículo 4º del Plan) en primer lugar el Sr. D. Fernando Séptimo Rey Católico de España, y por su renuncia o no admisión, su hermano el Serenísimo Señor Infante D. Carlos; por su renuncia o no admisión el Serenísimo Señor Infante D. Francisco de Paula; por su renuncia o no admisión el Serenísimo Señor D. Carlos Luis Infante de España antes heredero de Etrúria, hoy de Luca, y por renuncia o no admisión de éste, el que las Cortes del Imperio designaren
- El Emperador fijará su Corte en México que será la Capital del Imperio.
- Se nombrarán dos comisionados por el Exmo. Señor O’Donojú, los que pasarán a la Corte de España a poner en las Reales manos del Señor D. Fernando VII, copia de este tratado, y exposición que le acompañará para que sirva a S.M. de antecedente, mientras las Cortes del Imperio le ofrecen la corona con todas las formalidades y garantías, que acento de tanta importancia exige;…
…6. Se nombrará inmediatamente conforme al espíritu del Plan de Iguala, una junta compuesta de los primeros hombres del Imperio por sus virtudes, por sus destinos, por sus fortunas, representación y concepto, de aquellos que están designados por la opinión general, cuyo número sea bastante considerable para que la reunión de luces asegure el acierto en sus determinaciones, que serán emanaciones de la autoridad, y facultades que les concedan los artículos siguientes.
- La junta de que trata el artículo anterior se llamará junta provisional gubernativa.
Y así sucesivamente, hasta 17 artículos.
Ese mismo día se hicieron dos ejemplares del documento, que quedarían en poder de Agustín de Iturbide y en manos de Juan de O’Donojú.
Continuará…
3ª parte. (Clic para leer)
El mismo día, 24 de agosto de 1821 se hicieron dos ejemplares del documento, uno quedaría en poder de Agustín de Iturbide y el otro en manos de Juan de O’Donojú.
De los cuales se desconoce su paradero.
A día siguiente, 25 de agosto, Agustín de Iturbide se dirige a Orizaba donde permanece ese día y el 26 siendo agasajado por los orizabeños; por su parte O’Donojú y su esposa se quedan con relativa tranquilidad en Córdoba por lo menos hasta el día 31, lo que logramos saber ya que con esa fecha y desde Córdoba, don Juan redactó la carta que envió al Secretario de Estado de la Gobernación de Ultramar dando cuenta de lo sucedido.
En los días siguientes en Córdoba y del original de O’Donojú, durante su estancia, se hacen varias copias y conocemos por lo menos que, tres de ellas sus destinatarios fueron: el rey de España Fernando VII, el Gral. José Dávila comandante en Veracruz y el Gral. Francisco Novella en México, refiriéndose en ellas al Tratado, en singular.
Sabemos que para entonces don Juan presentaba algunos malestares y había tenido un penoso viaje, ya que, ignoramos el porqué, del puerto de Veracruz escoltado por Antonio López de Santana se trasladaron a Xalapa y de ahí a la Villa de Córdoba. Esos días de permanencia en la Villa, antes de iniciar su viaje hacia México, la capital, le sirven también para mandar a hacer otras copias más y firmarlas para enviarlas a los escasos jefes de plaza que se mantenían leales al gobierno español.
A ninguna de estas varias copias se les puso título y se conocen como “Tratado”.
En cambio, todas las copias realizadas por órdenes de Iturbide, fueran hechas a mano o las que fueron encargadas para su impresión al Coronel José Joaquín Herrera – el que fuera héroe de las batallas de mayo en Córdoba- se conocieron como Tratados, ya que se les hizo poner un kilométrico título “Tratados celebrados en la villa de Córdova el 24 del presente entre los señores D. Juan O’Donojú, Teniente general de los Ejércitos de España, y D. Agustín de Iturbide, primer jefe del Ejército Imperial Mejicano de las tres Garantías”
Con lo que queda aclarado el porqué de las dos denominaciones, que al final resultan ser sinónimos.
Aunque las Cortes Españolas desconocieron este Tratado, con el argumento que O’Donojú no tenía autoridad ni poder alguno para firmarlo, debemos precisar, legitimando a los Tratados de Córdoba, que éstos se firman entre iguales, ya que, aunque O´Donojú tenía dos títulos, uno militar y otro político, e Iturbide sólo tenía uno, el militar, ambos eran los jefes de los bandos en conflicto. Sin lugar a dudas fue éste un tratado militar convocado también para firmar la paz.
Rebatiendo la argumentación de los diputados españoles de que O´Donojú no tenía autoridad para firmarlo, la lógica nos lleva a considerar, que el rey nunca, a nadie, y por ningún motivo, le iba a dar expresamente las facultades para legitimar una acción como ésta, sin embargo aquí era su representante plenipotenciario lo que nos hace suponer que, como representante del rey y jefe máximo, era el único con potestad para firmarlo. Ahondando en ello cito a Iturbide en sus Memorias: “…digan los que desaprueban la conducta de O’Donojú, ¿qué habrían hecho en su caso o qué les parece que debió hacerse?”
Desde luego la pérdida de la Nueva España era para la Metrópoli, una catástrofe por todo lo que esto conllevaba, se esfumaba una gran fuente tributaria, las pérdidas comerciales, económicas, militares y de poder eran enormes, además de que su prestigio quedaba maltrecho y en serio predicamento, amén del tremendo descalabro que significaba perder precisamente este territorio, joya de la corona de ultramar; por ello, desde un primer momento buscaron la manera de hacer inválidos los Tratados de Córdoba, negándose a reconocerlos.
Es claro que a partir de este momento la relación quedaba definitivamente rota con España, pero aun así, las Cortes Españolas rechazaron el Tratado de Córdoba y la Independencia Mexicana, publicando esta determinación en la Gaceta de Madrid los días 13 y 14 de febrero de 1822, cuando habían pasado ya seis meses de su firma y cinco de la proclama de Independencia. Es hasta el 28 de diciembre de l836, cuando México ya se debatía entre un gobierno centralista y un federalista, que se firma en Madrid, el tratado “Santa María – Calatrava” reconociendo la independencia y otorgando amnistía a todos los participantes en la Guerra de Independencia.
Indudablemente con la firma del Tratado de Córdoba, quedó sellada la Independencia de la Nueva España y podemos considerarlo como el Acta de Nacimiento de nuestro México Independiente.

Los Tratados de Córdoba
Escucha o lee esta tradicional Leyenda de Córdoba, Veracruz.
1ª parte. Antecedentes
Versión de Adriana Balmori Aguirre
Hecho capital en la Independencia de la Nueva España fue sin duda la firma de los Tratados de Córdoba, en éste, su Bicentenario y un año más, quiero resaltar algunos curiosos y otros importantes datos relacionados con este histórico hecho. En 1810 el grupo de los diputados americanos en las Cortes de Cádiz, de quienes era líder por sus vastos conocimientos tanto políticos como teologales y jurídicos don Miguel Ramos Arizpe, diputado por su natal Coahuila, y con él también el historiador Lucas Alamán, el teólogo Fray Servando Teresa de Mier, representando a Veracruz, don Joaquín Maniau y a Guanajuato Octaviano Obregón y Gómez -quien por ese viaje habría de disolver su compromiso con Leona Vicario-, hacían sentir su presencia y las necesidades de la Nueva España. La mayoría, ya navegaba con ideas liberales e independentistas, ideas con las que se promulgó el 19 de marzo en Cádiz, Andalucía, la Constitución de 1812, llamada “la Pepa”, ora por ser éste el día de San José, pero también había quien lo atribuía a ser una burla de José Bonaparte, a quien su hermano Napoleón había dejado el trono de España después de invadirla, y era apodado Pepe Botella, sin duda alguna por su afición a las bebidas embriagantes y a su permanente estado etílico. Al regresar al trono Fernando VII en 1814, su gobierno absolutista disuelve las Cortes y desconoce la Constitución de Cádiz; encarcela todos los que en ella habían intervenido y además también a aquellos que hubieren actuado en su contra, entre los que se hallaba otro militar liberal, Juan O’Donojú y O’Ryan, quien sufre por órdenes directas del rey el castigo de los “perrillos” que mucho le agradaba infligir a este turbio personaje, y consistía en quebrar uno por uno, todos los dedos de cada mano, además de arrancarle las uñas por lo que O’Donojú quedó deforme y tullido después del atroz tormento.
Más adelante y muy a pesar der rey, se reúnen nuevamente las Cortes y desde ahí resurgen las ideas emancipadoras, sobre todo teniendo conocimiento de la situación en la Nueva España y el disgusto de los criollos por la aplicación de las nuevas imposiciones.
Sabiendo de las ideas liberales de don Juan, los diputados presionaron a Fernando VII para que le diera el gran encargo ya no de virrey, título que había sido eliminado en la nueva constitución, sino como Capitán General y Jefe Político de la Nueva España.
El 30 de julio de 1821, procedente de Cádiz, a bordo de la fragata Asia, Juan de O’ Donojú llega al puerto de Veracruz, ese día, como mal fario y negro presagio tiembla la tierra, y se suma para él toda una cadena de desgracias; mueren casi enseguida de vómito negro, dos sobrinos carnales que le acompañaban, 7 de sus oficiales y 100 soldados de la tropa. Juan José Rafael Teodomiro O´Donojú y O´Ryan, había nacido en Sevilla España, el 30 de julio de 1762, de origen irlandés por los 4 costados. Buen estudiante que desde muy joven mostró aptitudes militares, ingresó al ejército español a los 20 años, donde desarrolló una carrera brillante. Se casa con Josefa Sánchez Barriga-Blanco, proveniente de una acaudalada familia de comerciantes sevillanos dueños de múltiples negocios y tratos aduaneros tanto en la península como en tierras americanas.
Cuando apenas desembarca es informado de que el Ejército Trigarante había ocupado ya toda la nación y muchos jefes realistas y sus tropas se habían pasado al bando insurgente, sólo quedaban México la capital, Durango, la lejanísima Chihuahua, Acapulco, Veracruz puerto y la Fortaleza de San Carlos en Perote como reductos realistas.
Nunca pudo el desdichado de O’Donojú imaginar más deplorables condiciones, de las que nadie hubiera podido salir airoso. Viendo el caos de la causa realista y casi perdida ésta, decide entonces pactar con Iturbide y firmar la Independencia de la Nueva España. Dado que en la capital el general Novella encargado del gobierno, era jefe de facto, sin nombramiento oficial, ya que arteramente había quitado el mando al Virrey Apodaca, O’Donojú presta el juramento de ley en el mismo puerto ante el comandante de éste, el Gral. José Ma. Dávila, recalcitrante realista, asumiendo por ello y en ese momento, todas las atribuciones que este cargo le confería.
Decide ponerse en contacto con Iturbide, a saber, el jefe de los Trigarantes por lo que le envía dos misivas, una con tono y forma oficial y otra personal en la que le pide una reunión para hablar de la situación de la Nueva España rogándole sea en algún lugar más salubre y con mejores condiciones climáticas. Iturbide propone la Villa de Córdoba y ahí se hace la cita. La fecha se fija para la mañana del 24 de agosto.
A Iturbide las cosas le iban saliendo bien, después del supuesto abrazo de Acatempan y la elaboración y proclamación, el 24 de febrero de ese mismo año, del Plan de Iguala lo que había significado la reunión de los ejércitos insurgente y realista en uno solo, el Ejército Trigarante o de las Tres Garantías -Religión, Unión e Independencia-, las cartas de O´Donojú, redondeaban sus planes. Estaba por cumplir 38 años, había nacido el 27 de septiembre de 1783, en Valladolid, hoy Morelia. Se alistó en calidad de alférez honorario al regimiento provincial de Valladolid. Es descrito como de elegante porte y elevada estatura, gallardo y gentil con las damas, tenía fama de ser el mejor jinete en el mejor caballo, buen charro y rejoneador, burlaba a los toros en las plazas o bailaba ligero, siempre de impecable uniforme, era un agasajo para las jóvenes damas y las no tan jóvenes. Se casó con Ana Ma. Huarte, quien aportó riquísima dote al matrimonio y a la que dejaba sola por largos períodos por sus encomiendas militares, pero eso sí, cada vez que regresaba, le dejaba un fruto de su amor, diez hijos tuvieron. Sagaz e inteligente, por la rama materna era Villaseñor, y pariente del cura Hidalgo quien le propuso unirse a la lucha armada, lo que declinó, según diría más tarde “porque aquella revolución estaba mal concebida, y no podía producir más que desorden sangre y destrucción”, razón tenía. Siguió luchando en las filas realistas donde se distinguió por sus triunfos en las batallas, hasta que su genio militar y su ambición política le hicieron ver que las circunstancias eran las propicias y él podría ser el artífice de la Independencia.
Muy bien aconsejado, elabora su Plan de Independencia de la América Septentrional con el cual, seduce a Vicente Guerrero, en quien, sin lugar a dudas mucho debió pesar en su ánimo oír hablar de “igualdad”.
Con este panorama, el 23 de agosto llega O’Donojú a Córdoba escoltado por Antonio López de Santa Anna, donde es muy bien recibido y distinguido; por la tarde, procedente de Puebla, llega Iturbide que es vivamente aclamado y festejado, llevado en su coche ya sin tiro, jalado por un pueblo deseoso de conocer al creador y jefe del Ejército Trigarante; él, de manera galante y cortés esa misma tarde presenta sus respetos a la Sra. de O’Donojú, Josefa Sánchez Barriga antes que a su marido, lo que entibia un poco el ánimo de la pobre mujer que había viajado en compañía de sus sobrinos, Ángel Orián y Vicenta Payno -ya que sus dos hijos habían muerto prematuramente- y ahora lamentaba la muerte de los propios sobrinos. Esa noche tiene un breve encuentro con O’Donojú.
Continuará…
2ª parte. (Clic para leer)
Iturbide y O’Donojú se reúnen el día 24 de agosto, y ya sabemos que antes de firmar el Tratado oyen Misa cada uno en el oratorio de la casa donde se alojaban, O´Donojú en la Casa del conde de Zevallos e Iturbide en la casa de la familia Segura, -después conocida como La Favorita, actualmente Portal de la Gloria-, pero no sólo para que las cosas salgan bien, sino porque el 24 de agosto es el día de San Bartolomé- el apóstol que murió desollado- y como todas las celebraciones de los apóstoles en ese entonces, era fiesta de guardar y obligaba oír Misa. A continuación, se reúnen en la casa de Zevallos donde Iturbide le presenta el Plan de Iguala. Después de breves aclaraciones y propuestas, sin más preámbulo, dictan el documento basado en el Plan de Iguala, que sin embargo no era una copia de éste. En el de Córdoba no se hablaba de religión, sí de indultos, de libre regreso de tropas del rey y la anuencia a todos los peninsulares inconformes de regresar a España con sus caudales, se hablaba de concordia y buena voluntad, sin represalias para nadie.
En el archivo Municipal de Córdoba existe un documento extraído de las memorias del historiador y arqueólogo cordobés, Ramón Mena Isassi, en las que reproduce el relato que en su tiempo le hizo su abuelo José Ma. Mena Blanco, quien fuera notario y escribano del Ayuntamiento en este decisivo año de 1821, y por ello un posible testigo presencial de tan singular hecho, que entre otras descripciones dice: “…Iturbide… a grandes zancadas cruzó la Plaza de Armas y se presentó al zahuan de los Cevallos en donde dos ujieres lo introdujeron a la escalera, misma actual, paso cabe las rejas de madera de tampiciran, también actuales,… y por la puerta izquierda central entró al salón estrecho y largo situado entre el corredor mencionado y el de vista a la calle, de arquería y barandales de hierro majado por herreros cordobeses, …ante la mesa, dos sillones abaciales de caoba con espaldares de damasco de seda y en la testera la silla para el secretario de O’Donojú. O’Donojú está sentado y tiene en la mano el bastón de mando, viste casaca azul de peto rojo bordado con laureles de oro y botones del mismo metal; por la puerta lateral entra Iturbide de casaquín militar rojo de cuello alto, bordado de laureles en sesgo y botones de oro, avanza desprendiéndose el sable suriano del tahalí acharolado, para evitar el golpe en los acicates de oro de la bota acharolada en contraste con el pantalón de ante blanco. Hace una reverencia a O’Donojú que lo sienta a su derecha … Entre tanto el secretario, hábil pendolista …principia a escribir al dictado, ora de O’Donojú, ora de Iturbide, desde el artículo primero en el que se declaraba la Independencia,… hasta el décimo séptimo que dicta de O’Donojú ofreciendo emplear su autoridad para que las fuerzas españolas verifiquen su salida sin efusión de sangre y por una capitulación honrosa, y el secretario, espolvoreando con marmaja la bella caligrafía que en los gruesos perfiles de la palabra Independencia daba reflejos de preciada joya…”
Este documento que sería conocido como “Tratados de Córdoba”, firmado por los dos dice entre otras cosas:
Tratados celebrados en la Villa de Córdoba el 24 del presente entre los Señores D. Juan O’Donojú, Teniente general de los Ejércitos de España, y D. Agustín de Iturbide, primer Jefe del Ejército Imperial Mejicano de las tres Garantías… el Teniente general D. Juan O’Donojú con el carácter y representación de Capitán General, y Jefe superior político de este reino, nombrado por su M.C. quien deseoso de evitar los males que afligen a los pueblos en alteraciones de esta clase, y tratando de conciliar, los intereses de ambas Españas, invitó a una entrevista al primer Jefe del Ejército Imperial D. Agustín de Iturbide, en la que se discutiese el gran negocio de la independencia, desatando sin romper los vínculos que unieron a los dos continentes… (Nótese aquí, que es O’Donojú, quien menciona en su petición, desatar los vínculos sin romperlos y no Iturbide como se le atribuye).
…Verificóse la entrevista en la villa de Córdoba el 24 de Agosto de 1821, y con la representación de su carácter el primero, y la del Imperio mexicano el segundo, después de haber conferenciado detenidamente sobre lo que más convenía a una y otra nación, atendido el estado actual y las últimas ocurrencias, convinieron en los artículos siguientes, que firmaron por duplicado para darles toda la consolidación de que son capaces esta clase de documentos, conservando un original cada uno en su poder para mayor seguridad y validación:
- América se reconocerá por Nación soberana e independiente, y se llama en lo sucesivo Imperio Mexicano.
- El gobierno del Imperio será monárquico constitucional moderado.
- Será llamado a reinar en el Imperio Mexicano (previo el juramento que designa el artículo 4º del Plan) en primer lugar el Sr. D. Fernando Séptimo Rey Católico de España, y por su renuncia o no admisión, su hermano el Serenísimo Señor Infante D. Carlos; por su renuncia o no admisión el Serenísimo Señor Infante D. Francisco de Paula; por su renuncia o no admisión el Serenísimo Señor D. Carlos Luis Infante de España antes heredero de Etrúria, hoy de Luca, y por renuncia o no admisión de éste, el que las Cortes del Imperio designaren
- El Emperador fijará su Corte en México que será la Capital del Imperio.
- Se nombrarán dos comisionados por el Exmo. Señor O’Donojú, los que pasarán a la Corte de España a poner en las Reales manos del Señor D. Fernando VII, copia de este tratado, y exposición que le acompañará para que sirva a S.M. de antecedente, mientras las Cortes del Imperio le ofrecen la corona con todas las formalidades y garantías, que acento de tanta importancia exige;…
…6. Se nombrará inmediatamente conforme al espíritu del Plan de Iguala, una junta compuesta de los primeros hombres del Imperio por sus virtudes, por sus destinos, por sus fortunas, representación y concepto, de aquellos que están designados por la opinión general, cuyo número sea bastante considerable para que la reunión de luces asegure el acierto en sus determinaciones, que serán emanaciones de la autoridad, y facultades que les concedan los artículos siguientes.
- La junta de que trata el artículo anterior se llamará junta provisional gubernativa.
Y así sucesivamente, hasta 17 artículos.
Ese mismo día se hicieron dos ejemplares del documento, que quedarían en poder de Agustín de Iturbide y en manos de Juan de O’Donojú.
Continuará…
3ª parte. (Clic para leer)
El mismo día, 24 de agosto de 1821 se hicieron dos ejemplares del documento, uno quedaría en poder de Agustín de Iturbide y el otro en manos de Juan de O’Donojú.
De los cuales se desconoce su paradero.
A día siguiente, 25 de agosto, Agustín de Iturbide se dirige a Orizaba donde permanece ese día y el 26 siendo agasajado por los orizabeños; por su parte O’Donojú y su esposa se quedan con relativa tranquilidad en Córdoba por lo menos hasta el día 31, lo que logramos saber ya que con esa fecha y desde Córdoba, don Juan redactó la carta que envió al Secretario de Estado de la Gobernación de Ultramar dando cuenta de lo sucedido.
En los días siguientes en Córdoba y del original de O’Donojú, durante su estancia, se hacen varias copias y conocemos por lo menos que, tres de ellas sus destinatarios fueron: el rey de España Fernando VII, el Gral. José Dávila comandante en Veracruz y el Gral. Francisco Novella en México, refiriéndose en ellas al Tratado, en singular.
Sabemos que para entonces don Juan presentaba algunos malestares y había tenido un penoso viaje, ya que, ignoramos el porqué, del puerto de Veracruz escoltado por Antonio López de Santana se trasladaron a Xalapa y de ahí a la Villa de Córdoba. Esos días de permanencia en la Villa, antes de iniciar su viaje hacia México, la capital, le sirven también para mandar a hacer otras copias más y firmarlas para enviarlas a los escasos jefes de plaza que se mantenían leales al gobierno español.
A ninguna de estas varias copias se les puso título y se conocen como “Tratado”.
En cambio, todas las copias realizadas por órdenes de Iturbide, fueran hechas a mano o las que fueron encargadas para su impresión al Coronel José Joaquín Herrera – el que fuera héroe de las batallas de mayo en Córdoba- se conocieron como Tratados, ya que se les hizo poner un kilométrico título “Tratados celebrados en la villa de Córdova el 24 del presente entre los señores D. Juan O’Donojú, Teniente general de los Ejércitos de España, y D. Agustín de Iturbide, primer jefe del Ejército Imperial Mejicano de las tres Garantías”
Con lo que queda aclarado el porqué de las dos denominaciones, que al final resultan ser sinónimos.
Aunque las Cortes Españolas desconocieron este Tratado, con el argumento que O’Donojú no tenía autoridad ni poder alguno para firmarlo, debemos precisar, legitimando a los Tratados de Córdoba, que éstos se firman entre iguales, ya que, aunque O´Donojú tenía dos títulos, uno militar y otro político, e Iturbide sólo tenía uno, el militar, ambos eran los jefes de los bandos en conflicto. Sin lugar a dudas fue éste un tratado militar convocado también para firmar la paz.
Rebatiendo la argumentación de los diputados españoles de que O´Donojú no tenía autoridad para firmarlo, la lógica nos lleva a considerar, que el rey nunca, a nadie, y por ningún motivo, le iba a dar expresamente las facultades para legitimar una acción como ésta, sin embargo aquí era su representante plenipotenciario lo que nos hace suponer que, como representante del rey y jefe máximo, era el único con potestad para firmarlo. Ahondando en ello cito a Iturbide en sus Memorias: “…digan los que desaprueban la conducta de O’Donojú, ¿qué habrían hecho en su caso o qué les parece que debió hacerse?”
Desde luego la pérdida de la Nueva España era para la Metrópoli, una catástrofe por todo lo que esto conllevaba, se esfumaba una gran fuente tributaria, las pérdidas comerciales, económicas, militares y de poder eran enormes, además de que su prestigio quedaba maltrecho y en serio predicamento, amén del tremendo descalabro que significaba perder precisamente este territorio, joya de la corona de ultramar; por ello, desde un primer momento buscaron la manera de hacer inválidos los Tratados de Córdoba, negándose a reconocerlos.
Es claro que a partir de este momento la relación quedaba definitivamente rota con España, pero aun así, las Cortes Españolas rechazaron el Tratado de Córdoba y la Independencia Mexicana, publicando esta determinación en la Gaceta de Madrid los días 13 y 14 de febrero de 1822, cuando habían pasado ya seis meses de su firma y cinco de la proclama de Independencia. Es hasta el 28 de diciembre de l836, cuando México ya se debatía entre un gobierno centralista y un federalista, que se firma en Madrid, el tratado “Santa María – Calatrava” reconociendo la independencia y otorgando amnistía a todos los participantes en la Guerra de Independencia.
Indudablemente con la firma del Tratado de Córdoba, quedó sellada la Independencia de la Nueva España y podemos considerarlo como el Acta de Nacimiento de nuestro México Independiente.

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